Aquel Hombre...

Estuvo tan ausente aquel hombre,
de sí mismo
de lo que conocía,
buscando en tantas partes
aquello que ya le pertenecía,
estuvo tan ausente,
que los que solían conocerlo
lo dejaron morir en el recuerdo.

Así que nada quedó de él,
no era ya, ni la alegría en una sonrisa,
ni lo cálido de un abrazo,
ni la caricia de una palabra,
ni el amor en  un te quiero.

No se muere de viejo; pensó aquel hombre,
se muere al desaparecer en la presencia,
de las personas que iluminaron  su vida alguna vez,
pero que poco a poco se apagaron en la espera
de compartir un poco de su tiempo.

Tiempo no tuvo para ellos,
ahora es el mismo tiempo siendo juez,
quien decide castigar su propio duelo,
con vacíos llenos de remordimientos.

Aquel hombre tan solo es la sombra
que deja atrás su propio cuerpo,
tan solo es un eco
de sus pasos errados,
rastro de sus propios pretextos.

El hombre que se ausentó por un tiempo,
tiempo es lo único que es ahora,
minutos lejanos de compañía,
horas escasas de memorias para contar,
marchitándose en un culposo tic - tac
solitario en la espera
sin esperar nada más que silencio,
silencio para sus pensamientos.

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